Mensaje de Adrián Barbón, 8 de septiembre
Asturianos y asturianas:
Hoy celebramos el Día de Asturias, la festividad de nuestra comunidad. Para mí es un honor tener la responsabilidad de dirigirme a vosotros en esta fecha tan especial. Quiero empezar dándoos las gracias porque, unidos, hombres y mujeres de Asturias, habéis demostrado de nuevo que debemos sentirnos orgullosos de nuestra tierra.
Entendéis de qué hablo: me refiero a la pandemia que ha puesto a prueba nuestra fortaleza como sociedad. La que nos obligó a encerrarnos en casa y vaciar las calles, la misma que nos impone distancias e impide abrazarnos, la que, en fin, suma centenares de víctimas entre nosotros. Para ellas son las palabas iniciales de este mensaje. Desde aquí, en Oviedo, desde el Texu de L’Alcordanza, el memorial vivo que hemos erigido en su recuerdo tan cerca del HUCA, del gran hospital de Asturias, quiero, una vez más, invocar todos sus nombres. Este es un discurso forzosa, tristemente cargado de ausencias.
Sabemos que no debemos olvidarlas, que tenemos la obligación moral del recuerdo. Sabemos también que la mejor manera de honrarlas es asumir la responsabilidad individual de continuar batallando para frenar la epidemia. Nadie puede desentenderse de ese deber, nadie que merezca ser llamado ciudadano puede sentirse ajeno al respeto de las normas para combatirla. Pienso en nuestros mayores, tan vulnerables frente al virus, memoria viva de nuestro pueblo. Pienso en los más jóvenes y os pido que volváis a ser ejemplo, que mostréis con toda vuestra energía el elevado sentido de la solidaridad que os caracteriza. Pienso en el conjunto de la sociedad asturiana y la necesidad de proteger a los güelos y güeles de Asturias. Salvar vidas y proteger Asturias está en nuestras manos, está en las manos de cada uno porque, no lo olvidemos, todos dependemos de todos.
Tampoco el Ejecutivo del Principado puede desentenderse de sus obligaciones. Mi gobierno jamás va a mirar para otro lado, a conformarse con dejar pasar el tiempo con la esperanza inútil de que la epidemia remita por sí sola. Nunca, nunca vamos a ceder a que haya más contagios a cambio de menos críticas. Como hemos hecho desde el principio, procuraremos anticiparnos para tomar cuanto antes las decisiones que sean necesarias para proteger la salud de los asturianos y las asturianas, por controvertidas o duras que resulten. Si bien sufrimos una situación llena de incertidumbres, este gobierno puede proclamar con nitidez una certeza: su prioridad siempre será salvar vidas.
Sé que esta determinación conlleva medidas y limitaciones incómodas, incluso perjudiciales para los legítimos intereses económicos de muchas personas. Entiendo su malestar y asumo los reproches, pero apelo a la comprensión: cuánto más garanticemos la salud, con mayor pujanza impulsaremos la recuperación. El tirón turístico de Asturias este verano lo constata. Salud y economía no son excluyentes; una y otra van de la mano.
También comprendo, cómo no voy a hacerlo, las quejas de padres y madres, junto con la inquietud del profesorado, ante las dudas que acechan el curso escolar. No obstante, pueden tener una seguridad: las decisiones que estamos aplicando responden a un único empeño, garantizar que Asturias continúe ofreciendo la educación de calidad que la distingue en las mejores condiciones sanitarias posibles.
Estos meses, decía al principio, nos han puesto a prueba. También a mí: en mi vida imaginé que habría de afrontar una situación de esta gravedad. Están siendo dolorosos, difíciles, nos han puesto ante el espejo de la debilidad de nuestra condición humana. Pero también nos han permitido constatar que contamos con una sociedad fuerte, cohesionada, capaz de reaccionar y de mirar cara a cara a los problemas, de ofrecer lo mejor de sí misma.
Esa capacidad, y no otra cosa, es la verdadera respuesta asturiana que se pone de referencia en toda España. Es un logro colectivo con millares de protagonistas: en primera línea, el personal sanitario y quienes atienden las residencias de mayores, pero también quiénes trabajan en las tiendas de alimentación o la limpieza de nuestras calles, los voluntarios de Protección Civil y entidades de todo tipo, el profesorado que consiguió continuar impartiendo sus clases, las fuerzas y cuerpos de seguridad, los militares. También los niños y niñas que nos alentaban, a través de las ventanas, con el lema “todo va a salir bien”, todas las personas que estos días hacen algo tan importante como cumplir las reglas sanitarias… Esas son, sois, quienes habéis construido, hombro con hombro, esa elogiada respuesta asturiana que consiguió mantenernos sin contagios durante veinticinco días.
Hemos de sacar lecciones de lo ocurrido. Debilitar el sistema de salud y los servicios públicos sale demasiado caro, a un precio impagable. Es necesario seguir robusteciéndolos, al igual que es indispensable mantenernos en guardia, sin desfallecer ni confiarnos. Los datos de las últimas semanas tienen que ponernos en alerta, sin llamarnos a engaño porque sean mejores que los de otras comunidades. No podemos volver a exponer a nuestros mayores, a quienes tanto les debemos, a nuestros abuelos y abuelas, los más frágiles ante la enfermedad.
En esta situación, las invocaciones a la unidad y la altura de miras no pueden quedarse en recursos retóricos, son requisitos indispensables. El Gobierno del Principado es perfectamente consciente de que sus únicas fuerzas no bastan para garantizar el futuro. La unanimidad sobre la financiación autonómica y el ambicioso acuerdo de concertación social suscrito en agosto con los sindicatos y la patronal han de tener continuidad en los próximos meses con la negociación presupuestaria y los pactos de reconstrucción. Prometo y pido diálogo y entendimiento por el progreso de Asturias en un tiempo excepcional en el que estorban como lastres el tacticismo y las trincheras partidistas.
Son tiempos excepcionales también en las oportunidades. Ese mismo espíritu de acuerdo ha de guiarnos en el aprovechamiento de los fondos europeos para superar con éxito la transición ecológica, en la que tanto se juega nuestra industria, y los retos derivados de la pandemia. Ahora que la Unión Europea se ha resuelto a aprobar una política que la reconcilia con su propia razón de ser, estamos obligados a responder con voluntad, inteligencia y acierto. Es la responsabilidad de esta generación.
Quiero tener unas palabras para los centros asturianos y asociaciones que, a lo largo y ancho del mundo, mantenéis vivo vuestro cariño por Asturias. Especialmente, a aquellos que estáis en zonas en las que la pandemia es especialmente virulenta. Quiero trasladaros mi reconocimiento porque sé que en circunstancias difíciles, habéis sido también espacios de solidaridad y ayuda, haciendo honor al espíritu de cooperación con el que fueron fundados vuestros centros. Contáis con el apoyo y cariño del Gobierno del Principado y de todos los asturianos y asturianas.
Güei, como cada Día d’Asturies, prestábame qu’estes palabres llegaren tamién a les persones que tuvieron que marchar pa buscar trabayu fuera. Quien n’otres partes d’España, n’otros países, tamién n’otros continentes, tán sufriendo, quiciás hasta con más crudeza, los daños de la epidemia. Quiero dicí-yoslo cola calidez falaguera que tan bien tresmite la nuestra llingua: tamos con vosotros y vosotres. Nun tengáis mieu de que vos escaezamos, que dexemos de tenevos en cuenta, que nun teamos preparaos p’acoyevos. Alcordáivos de que güei, como siempre, esta ye la vuestra tierra.
Asturianos y asturianes, nun dudar enxamás de les nueses fuerces: magar l’adversidá, vamos ganar el futuru.
Con ese convencimiento, de corazón, os deseo un feliz 8 de septiembre.